lunes, 24 de octubre de 2011

Primera entrada; Mano Negra.



Día 3. Domingo 23 de Octubre. 01:43 horas.

BREMEN, Alemania.

BSO: When the going gets tough (Billy Ocean).

Tras haber sobrevivido, a duras penas, a aquellos fenómenos meteoróligos que hacen de Alemania un país sin igual (o tal vez sí, pero sólo comparándolo con los países nórdicos y alguno que otro más que quiere dárselas de “molongui del norte”), me dispongo a recomenzar lo que, dos días atrás, y tras mi llegada a Bremen, fue mi primer contacto con esta tierra.

A día de hoy, esta es la segunda noche que paso aquí: la primera fue dura. Tras darme cuenta, de nuevo, que esto no era mi casa (a pesar de que se tome como tal), y después de haberme decidido a ser valiente y ver alguna de las películas que mi casero tiene en su colección (en forma de dvdteca), elegí “Wenn Traumen Fliegen Lernen”. Para aquellos que, al contrario que yo, no sean aún eruditos de este idioma, les diré qué significa: “Buscando el país de Nunca Jamás”. Y, más aún, para aquellos que no sepan de qué película estoy hablando, les haré una pequeña introducción/sinopsis de la misma:

Jonnhy Deep encarna a J.M. Barri, quien, décadas atrás, fuese autor de la obra teatral “Peter Pan”. Acompañado de Kate Winslet y Dustin Hoffman, el filme trata de cómo, tras una carrera como dramaturgo, en plena crisis matrimonial, este autor consigue, después de haber conocido a una familia destrozada por la pérdida de un padre a causa de una enfermedad, dar vida a un personaje tan carismático como autobiográfico.

Dejando atrás todos los detalles que desarrollan esta idea, deciros que, al final del día, servidor se encontraba un poco tocado debido a este nuevo ambiente en el que había aterrizado. Si a ello le sumamos el final de la película, el lacrimal río que se formó en las cuencas de mis ojos fue caudalosamente interesante.

Fuera de esto, paso a describiros, muy superficialmente, mi actual situación. Vivo en una casa de 3 pisos; el primero de ellos, el bajo, está ocupado por mi casero. Él es un tipo encantador. Como un día sin pan, sus escuálidos casi dos metros muestran lo que significa haber vivido una vida sin gratitudes. Sin ánimo de sonar a burla, su cara me recuerda a la de “Willy”, el jardinero de “Los Simpsons”, sólo que ésta derrocha ternura mediante unos ojos de cielo que, cuando se clavan en ti, te trasmiten, en menos de una décima de segundo, lo que ahoga en su interior.

Se dedica a los servicios de reparación de emergencias (fontanería en general, por decirlo de alguna manera), lo cual hace que no consiga conciliar el sueño porque, como en esta pasada noche, le surgen, por ejemplo, 3 llamadas en dos horas. Ello, sumado al hecho de que vive solo en una casa anteriormente pensada y habitada por una familia, hace de su vida algo no precisamente llamativo. Personalmente me declino porque es una persona sumida en una longeva y prolongada depresión; a lo largo y ancho de toda su casa, así como en las escaleras que comunican los pisos primero y segundo, pueden encontrarse diferentes y abundantes dibujos hechos por ein kind (no sé el género, sólo podría tomar referencias de una foto que tengo en mi cuarto, de una niña pequeña) en los que se puede contemplar, en una gran mayoría de los mismos, referencias a un perro, paisajes de soleados horizontes o amor. Mucho amor. Por ello no querría pronunciarme aún acerca de en qué estado familiar se encuentra. ¿Divorciado? La mujer tuvo que herirle de muerte, sin que ésta se hiciera presente, alejando al/los niño/s de la figura de su padre, y ello le mantiene… seco, como una rama en un desierto, pero vivo, como un gusano en un ataúd. ¿Viudo? Si en algún momento se me ocurriese curiosear (por eso de tener algún tema de conversación que no fuera el “Ich fahre zum Zemtrum um meine Freunde zu treffen” –si no está bien escrito, ya sabéis qué hacer: QUIET PLEASE-) y me contestase algo como eso, personalmente no sería capaz de poder volverle a mirar de la misma manera que hasta ahora. A pesar de todo, esta última es por la que me decanto.

Por las tardes, cuando llega del trabajo, su único rincón se encuentra en la llanura de su pequeño jardín. Con una silla donde sentarse, una pequeña mesa con forma de luna llena, un cigarro encendido como por arte de magia, y sus tres gatos, dos negros y un blanco con manchas marrones y negras, mi casero, a partir de ahora Holger, es una persona que logra alcanzar un momento de paz exterior mientras que por dentro, a través de su mirada, puedo averiguar una disputa, una lucha (no a muerte, aún) entre pensar en un pasado ya pasado o un futuro anclado a ese pasado.

Su voz es húmeda, como el murmullo de un pequeño arroyo río abajo a menos de un metro. Su acento, aún imposible de captar, me supone, como con cualquier otro alemán, dificultad extrema para conseguir descifrar más de 1 de cada 20 palabras de las que habla. Pero pone más empeño que nadie, aunque al final acabemos charlando como si tal cosa en inglés acerca de todo lo que, durante los 10 minutos anteriores, ha querido explicarme. Es por ello que repito: es un tipo encantador.

No quiero seguir comentando detalles acerca de mi casero, porque con lo que he citado, creo que es suficiente. No quiero, igualmente, que os invada la pena a la hora de haber leído la introducción a su persona, sino, en tal caso, la idea de braveza, su fuerza de voluntad (no os equivoquéis con la inercia de seguir vivo) para marchar hacia adelante con todo lo que le haya podido pasar (hasta ahora pura hipótesis marcada por actitudes que se aprecian por su forma de ser y vivir). Como él habrá miles, millones en el mundo, que tengan que levantarse cada mañana sabiendo que el día de hoy será como el de ayer, y que el de mañana será como el de hoy. Pero, hoy, y en este caso ahora, yo os hablo de Holger.

INCISO: ME HE LEVANTADO A POR UNA JARRA DE TÉ. EN ESTE CASO... VERDE! Para 3 vasitos...

Pero, os estaba describiendo mi casa, ¿no es así? Pues bien. Sigamos por el primer piso, al que se accede desde el bajo por unas empinadas escaleras con unos 20 peldaños. Se me olvidó comentar que toda la casa es enmoquetada. En el caso de los escalones, la moqueta es roja con pequeños dibujos sobre fondo claro, pero en el caso de mi cuarto y zonas comunes, la moqueta es gris. Si pasamos, en primer lugar a mi cuarto, os confesaré que no me quejo de las instalaciones: amplio, ordenado (hasta la fecha con polvo, el desuso fomenta el aposentamiento de arañas y posteriores telas creadas por las susodichas y la acumulación de polvo). Una cama, estrecha pero larga, acompañada por una almohada que, en España, sería considerado un cojín (1x1 m), sábana de color azul así como la colcha del edredón (corto, se me salen no los pies sino la parte trasera de las rodillas) y su compañera la manta cuadrada, extensa pero que utilizo únicamente para cubrirme los pies.

Si la cama se encuentra, nada más entrar a la izquierda, en la esquina, con el cabecero ya en la otra pared, seguidamente, a la derecha, encontramos la ventana. Larga y rectangular, con visillo enrollado en el tope, la ventana se abre a la mitad, girando sobre su eje horizontal. Debajo de ésta, un radiador, igual de largo que la ventana. A la derecha del radiador, y comenzando de nuevo con otra esquina, se encuentra el escritorio, donde ahora me encuentro yo describiéndoos la habitación. Como si de una casa de muñecas se tratase, hablamos de un mueble que, con metro 60, al abrir sus puertas, encontramos 1 compartimento dividido horizontalmente en dos partes: la primera y más baja, donde hay sitio de sobra para que dos personas agazapadas pudieran reposar, y la segunda, de donde sale un tablero para apoyar el portátil y una pequeña estantería, dividida en 3 espacios, para libros, una pantalla de ordenador o TV y cds. En la parte superior del mueble, entre otras cosas, se encuentra una radio como las de antaño, aparatosas, con dial manual, 5 teclas que se reparten para las distintas frecuencias y, oh sorpresa!, en la parte de arriba, al presionar una de las teclas, encontramos un reproductor de cds! Original donde las haya la idea, es mi compañera durante mi estancia en la habitación.

A la derecha de este mueble, le sigue una segunda ventana. De dimensiones más reducidas, en el poyete de la misma (en el interior) es donde tengo dispuestos todos los pares de zapatos que me traje: náuticos, zapatos normales, zapatillas de fútbol sala, botas de fútbol y uno de los dos pares de zapatillas que me traje. De esa manera, tan solo encontraréis por el suelo un par de zapatos o zapatillas más, que serán las que estaré o habré usado a lo largo de ese día, así como las chanclas que uso para la ducha y para caminar por la casa (siempre acompañadas de un par de calcetines, cual yanqui).

Terminando esa pared, hacemos de nuevo esquina (en la misma hay un baúl de paja y un jarrón con una planta que no son más que ramas, habla uno que no entiende de jardinería) y encontramos mi armario. De más dos metros de alto y un metro y poco de ancho, el mismo está formado por dos puertas y un cajón que suceden por abajo a las mismas. Azul, con los pomos de acabado negro, esta pieza de mobiliario se parece a uno de los personajes animados de la película “La Bella y la Bestia”. En la mesa de debate, discutíamos esta tarde acerca del color del de la película: Sara comentaba que violeta o morado, mientras que yo me decantaba por un marrón enrojecido. Al lado de éste, un pequeño mueble ikea con tres cajones, de unos 80 cm de alto por unos 60 de ancho, donde Holger guarda diferentes artículos.

Pasando a la cocina, ésta es rectangular y profunda, con salida al cuarto de baño. Tengo muebles a diestro y siniestro, una nevera nada más entrar a la derecha, y al fondo, en la esquina derecha, una mesa con dos sillas y la ventana, del mismo tipo que la anteriormente mencionada pequeña de mi habitación. Frente a la mesa, tengo el seno y el fuego. De este espacio de la casa no tengo mucho que mencionar, puesto que lo que más uso es la nevera para guardar la insulina, verdura, leche y ensalada que compré, y la jarra que calienta agua, para hacerme tés, que, a día de hoy, es con lo que he conseguido sobrevivir aquí.

KIT KAT: ME LEVANTO A POR UN TÉ DE NUEVO. REPETIRÉ EL VERDE. CON DOS DE SACARINA.

El cuarto de baño ha quedado como último rincón a describir, pero es lo que menos descripción merece en cuanto a espacio: rectangular, de 1’5x casi 3 metros, nada más entrar (puerta en el medio del lado mayor del rectángulo) a mano izquierda encontramos el wáter, y seguidamente, haciendo esquina, la ducha. Frente a la ducha, el colgador de la toalla y, a continuación, haciendo esquina de nuevo, un mueble con espejo donde guardo todos los accesorios del baño (champú, acondicionador, crema revitalizante para cabellos con brillo y mascarilla) que termina con el lavabo.

Bien, hasta aquí la descripción de mi casa. Ya sabéis, primer piso. No hay más que contar. Que vivo en una calle de doble sentido con un único carril donde los coches aparcan a ambos lados de la misma, y que, cuando autocares o, lo que es peor (a primera vista), autobuses, tienen que cruzar a la vez, tras un sistema o lenguaje único en el mundo que sólo los oriundos de esta zona conocen y comprenden, hace que se tema por la integridad de los habitantes de las casas así como los ocupantes de los susodichos vehículos. Parece esto el desembarco de Nombardía, sólo que en vez de barcazas tenemos automóviles y en vez de muertos, coches aparcados.

Por cierto, hoy me vi Mulán (finalmente en inglés, pero con subtítulos en español, puesto que en alemán hubiera sido demasiado heavy). Ha sido interesante la grata compañía de la heroína junto con Mushu y el grillo de la suerte. Para levantar un poco el ánimo tras un día gris u oscuro chillón, es un filme recomendable.

Y en cuanto a aventuras, además de las ya relatadas en persona acerca de la complicación para utilizar un ticket de bus o tranvía, o la de acerca de cómo agarré el constipado/pulmonía/catarro de pecho que tengo, u otras variadas… poco más tengo que contar.

Aquí acaba pues mi relato del día de hoy. Me despido con la singular y muy (siempre) recomendable compañía de Aretha Franklin y su “Don’t play that song for me”, y dejándoos la primera estrofa de una poesía que cuelga en la puerta de mi cuarto:

Liebe ist

Liebe ist mehr als ein Wort

Das einern dem andern sagt,

Liebe geht von uns fort,

Wenn sie keiner mehr wagt.

PD: se me olvidó comentar que, tras la escapada primera hacia la cocina a por la jarra de té, encontré una nueva compañera de piso aposentada (o más bien de pie bocabajo?) en la esquina de la puerta. No es gran cosa si la medimos con el sistema métrico decimal, pues no llegará a los 2 cm de largo, pero si tenemos en cuenta mi sistema métrico en relación a la rama de los arácnidos o cualquier tipo de insecto (los voladores... me aterran), digamos que podría llegar a convertirse en un monstruo multicéfalo de 8 musculosas y poderosas con una aterradora mirada clavada en mi pupila sabiendo que me hago caquita cada vez que la veo de unos 20 metro de alto.

Fin de la primera entrada. 02:58 horas.

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